sábado, 31 de enero de 2015

Trabajo 11
Limpiando los Establos de Augías
(Acuario, 21 enero - 10 febrero)

Dentro del Lugar de Paz, el Gran Presidente emitía el resplandor de su elevado pensamiento. El Maestro se acercó.

"La llama única debe alumbrar a las otras cuarenta y nueve”, afirmó el Gran Presidente.

"Así sea”, respondió el Maestro. "Habiendo encendido su propia lámpara Hércules ahora puede traer la Luz a los demás".
No mucho después, el Maestro citó a Hércules.

"Once veces ha girado la rueda, y ahora tú estás delante de otro Portal. Por largo tiempo has perseguido la luz que vacilaba primero inciertamente, luego crecía hasta ser un faro firme, y ahora brilla para ti como un sol en llamas. Vuelve ahora la espalda a la claridad; vuelve sobre tus pasos; regresa hacia aquellos para quienes la luz no es sino un punto transitorio, y ayúdalos a hacerla crecer. Dirige tus pasos hacia Augías, cuyo reino debe ser purificado de antiguos males. He hablado".

Salió Hércules por el undécimo Portal en búsqueda de Augías, el rey.

Cuando Hércules se aproximó al reino donde Augías era soberano, un horrible hedor que lo hizo desfallecer y lo debilitó, asaltó su nariz. Por años, se enteró, el rey Augías no había quitado el estiércol que su ganado dejaba dentro de los establos reales. Entonces, también las praderas estaban tan llenas de estiércol que ninguna siembra podía crecer. En consecuencia, una agostante pestilencia estaba recorriendo la región, haciendo estragos en las vidas humanas.

Hacia el palacio fue entonces Hércules y buscó a Augías. Informado de que Hércules limpiaría los hediondos establos. Augías mostró desconfianza e incredulidad.

¿Dices que harás esta enorme labor sin recompensa?, manifestó suspicazmente el rey. "No tengo fe en aquellos que hacen tales alardes. Algún artero plan has tramado, Oh, Hércules, para despojarme del trono. Yo no he oído de hombres que busquen servir al mundo sin una recompensa. En este momento, sin embargo, le daría la bienvenida a cualquier necio que buscara ayudar. Pero debemos cerrar un trato, para que no sea reprendido como un Rey tonto. Si tú, en un sólo día, haces lo que has prometido, una décima parte de mi gran rebaño de ganado será tuya; pero si fracasas, tu vida y fortuna estarán en mis manos.

Naturalmente, yo no pienso que puedas cumplir tu bravata, pero trata de hacerlo como puedas".

Hércules entonces dejó al Rey. Erró por el asolado lugar, y vio marchar a una carreta cargada con muertos apilados, las víctimas de la pestilencia. Dos ríos, observó él, el Alfeo y el Peneo, corrían tranquilamente cerca de allí. Sentado en la ribera de uno de ellos, las respuestas a su problema relampagueó en su mente.

Él trabajó con fuerza y violencia. Con grandes esfuerzos logró desviar ambas corrientes del curso que habían seguido durante décadas. El Alfeo y el Peneo vertieron sus aguas a través de los establos llenos de estiércol del Rey Augías. Los impetuosos torrentes barrieron la inmundicia largamente acumulada. El reino fue purificado de su fétida lobreguez. En un sólo día había realizado la tarea imposible.

Cuando Hércules, completamente satisfecho con este resultado, regresó donde estaba Augías, éste frunció el ceño.
"Tú has tenido éxito por medio de un ardid” gritó el Rey Augías lleno de ira. "Los ríos hicieron el trabajo, no tú. Fue una artimaña para apoderarte de mi ganado, una conspiración contra mi trono. No tendrás las recompensas. Vete, retírate de aquí antes de que rebaje tu estatura en una cabeza".

Así desterró a Hércules el encolerizado rey, y le dijo que nunca más pusiera el pie en su reino, so pena de una muerte súbita.

Habiendo realizado la tarea asignada, el hijo del hombre, que también era el hijo de Dios, volvió a aquel de quien había venido.

"Te has vuelto un servidor del mundo", dijo el Maestro cuando Hércules se acercó. "Tú has progresado retrocediendo; has llegado a la Casa de la Luz por otro sendero; has empleado tu luz para que pueda brillar la luz de los demás. La joya que otorga el undécimo trabajo es tuya para siempre".

miércoles, 7 de enero de 2015

Significado del trabajo en Capricornio

En el décimo trabajo, la tarea de Hércules consiste en bajar al inframundo o infierno para rescatar a Prometeo de su perpetua agonía por el castigo infringido por los dioses.

Hasta ahora hemos visto que Hércules, como héroe del mito, o bien se salva a sí mismo salvando a los demás o bien salva a la humanidad salvándose a sí mismo. El mayor o menor infortunio dependerá del grado de impersonalidad con el que acometa sus tareas.


En cambio, la consecución de este décimo trabajo puede vislumbrarse de manera arquetípica. Es decir, Hércules va a reunir en su actuación los contrarios normalmente separados: el sí mismo individual y el otro mismo colectivo, de forma que la liberación de Prometeo puede dibujarse como una tendencia a la que cualquier ser humano en evolución ha de apuntar.

En “Astrología Esotérica” se afirma que la puerta de la Iniciación se abre en Capricornio. Más concretamente: Hércules simboliza el camino que ha de recorrer todo hombre ante su cuarta iniciación, la liberación de su Ángel Solar o Prometeo del Cosmos.

Los Ángeles Solares son excelsos seres que, libres ya de karma, respondieron a la invocación del Logos Planetario de la Tierra y a la invocación mística del hombre animal de hace unos 18 millones de años, en la tercera subraza de la raza Lemur, para acelerar la evolución del la incipiente humanidad. Para ello, descendieron del cuarto subplano del plano búdico donde radicaban al tercer subplano del plano mental para infundirl Luz en las mentes de los hombres para que pudieran ir adquiriendo conciencia de sí, para poder desarrollar el cuarto reino de la naturaleza.

Este hecho se conoce como el Gran Sacrificio de los Prometeos del Cosmos.

Prometeo encadenado.
Nicolas-Sébastien ADAM (1745)
Museo del Louvre
Como nos relata el mito, Prometeo es encadenado a una roca, simbolizando el lazo, la relación y el sacrificio entre lo superior y lo inferior, entre un Ángel Solar y un hombre.

El inframundo o infierno donde se encuentra encadenado Prometeo simboliza el mundo de oscuridad y karma en la que se desenvuelve el hombre de hoy en día.

El buitre picando o devorando el hígado nos refiere concretamente al plexo solar, la región donde actualmente se debate la humanidad, con sus irresolubles estados sangrantes, día tras día. El hombre instintivo actual está gobernado por sus deseos, sensaciones e intenciones, de manera que imposibilita su progreso y por ende, la liberación de su Prometeo o Ángel Solar.

Si Prometeo se ha sacrificado por el hombre, el hombre debe de sacrificarse por Prometeo. De ahí que el trabajo de Hércules en este caso sea arquetípico, dado que muestra el camino que todo hombre ha de recorrer: el largo, costoso y profundo camino que nos conecta con nuestro Prometeo o Ángel Solar.

En el descenso al inframundo Hércules es acompañado por Atenea y Hermes, es decir, que en el camino de búsqueda interior tan sólo podemos guiarnos por nuestra inteligencia superior, la intuición que nos procura nuestros estados de serena expectación o de plena atención. De esta forma, no nos veremos afectados por adversidades pasajeras (en el mito, Caronte lo conduce en la barca que atraviesa el río Estigia sin exigirle pago alguno) o perturbados, petrificados por espejismos del pasado (en el mito, Hércules percibe a Medusa sin que le ocasione daño alguno).

Como en todo mito, el héroe ha de superar una prueba determinante para lograr su propósito, en este caso ha de dominar a Can Cerbero, el perro guardián del inframundo que impedía el acceso a la liberación de Prometeo. Cerbero poseía tres cabezas con serpientes enroscadas en sus cuellos. Estas cabezas simbolizan al cautiverio que deseos, sensaciones e intenciones imponen al hombre de forma ilusoria (serpientes).

Hades le permite liberar a Prometeo siempre que venza a Can Cerbero con sus propios medios, si armas ni artimañas. Es decir, que nunca podremos vencer a nuestros deseos, sensaciones e intenciones con las armas de la personalidad: nuestro cuerpo, nuestras emociones o nuestra mente... con aquello que no es realmente nuestro.

De esta forma, en el mito Hércules salta sobre la cabeza del deseo (la que gobierna al resto) estrechándola por la garganta con su puño hasta dominar a Can Cerbero.
En la garganta se ubica el 5º Chakra, el laríngeo – Vishuddha- a través del cual expresamos lo que pensamos, sentimos, vemos y deseamos. A través de este chakra decimos “si” o “no” a las opciones de la vida. A través de él, el hombre inconsciente de sí, expresa descontroladamente todo lo que fluye por su plexo solar.

Pero cualquier expresión del deseo que surja del plexo solar del hombre será insaciable, infructuosa, tanto como devorar el hígado de Prometeo… al día siguiente se vuelve a regenerar.

Como Buda apuntaba, la fuente de nuestro sufrimiento se encuentra en nuestros deseos y apegos, y que el camino para la liberación (de Prometeo) pasa por transmutar el deseo en aspiración, para así permitir la expresión del deseo del Alma o Voluntad Superior y surgir del inframundo para abrazar la LUZ.


Alma Betania


Trabajo 10
Matando a Cerbero, guardián de Hades
Capricornio (23 diciembre - 20 enero)

"La luz de la vida debe ahora resplandecer dentro de un mundo de oscuridad” declaró el Gran Presidente. El Maestro comprendió.
El hijo del hombre que es también el hijo de Dios debe pasar a través del décimo Portal", dijo. "En esta misma hora Hércules se arriesgará".

Cuando Hércules estuvo frente a frente con el que era su guía, éste habló:
"Mil peligros has desafiado, ¡Oh, Hércules!", dijo el Maestro, "y mucho se la logrado. La sabiduría y la fuerza son tuyas. ¿Harás uso de ellas para rescatar al que está en agonía, una víctima de enorme y persistente sufrimiento?
El Maestro tocó suavemente la frente a Hércules. Ante el ojo interno de éste surgió una visión. Un hombre yacía postrado sobre una roca, y gemía como si su corazón se rompiera. Sus manos y piernas estaban encadenadas; las pesadas cadenas que le ataban, amarradas a anillos de hierro. Un buitre, feroz y temerario, permanecía picoteando el hígado de la postrada víctima; por consiguiente, un escurridizo chorro de sangre manaba de su costado. El hombre alzaba sus manos esposadas y gritaba pidiendo ayuda; pero sus palabras retumbaban vanamente en la desolación y eran tragadas por el viento. La visión desapareció. Hércules permanecía, como antes, al lado de su guía.
"El encadenado que has visto se llama Prometeo” dijo el Maestro. “Por años ha sufrido así y sin embargo no puede morir, pues es inmortal. Él robó el fuego del cielo; por esto ha sido castigado. El lugar de su morada es conocido como Infierno, el dominio de Hades. Se te pide, ¡Oh Hércules! ser el salvador de Prometeo. Baja a las profundidades y allí en los planos exteriores libéralo de su sufrimiento".

Habiendo oído y comprendido, el hijo del hombre que era también un hijo de Dios, se lanzó en esta búsqueda, y pasó a través del décimo Portal.
Hacia abajo, siempre hacia abajo, viajó dentro de los apretados mundos de la forma. La atmósfera se hacía sofocante, la oscuridad constantemente más intensa, y sin embargo su voluntad era firme. El empinado descenso continuó durante mucho tiempo. Solo, pero no completamente a solas, erró allí, pues cuando buscó dentro, oyó la voz plateada de la diosa de la sabiduría, Atenea, y las palabras fortalecedoras de Hermes.
Finalmente llegó a ese oscuro, envenenado río llamado Estigia, un río que deben cruzar las almas de los muertos. Un óbolo o centavo tenía que pagarse a Caronte, el barquero, para que pudiera conducirlas a la otra orilla. El sombrío visitante de la tierra asustó a Caronte, quien olvidando su paga, condujo al extranjero al otro lado.
Hércules había entrado por fin al Hades, una oscura y brumosa región donde las sombras, o mejor dicho, los cascarones de los muertos, se deslizaban por ahí.
Cuando Hércules percibió a la Medusa, su cabello entrelazado con serpientes silbantes, tomó su espada y se la arrojó, pero no hirió nada salvo el aire vacío.
A través de senderos laberínticos siguió su camino hasta que llegó a la sala del rey que gobernaba el mundo subterráneo, el Hades. Este, torvo y severo, con semblante amenazador, estaba sentado tiesamente en su negro trono de azabache, mientras Hércules se aproximaba.
“¿Qué buscas tú, un mortal viviente, en mis dominios”, preguntó Hades. Hércules dijo, "Busco liberar a Prometeo".
"El camino está vigilado por el monstruo Cerbero, un perro con tres grandes cabezas, cada una de las cuales tiene serpientes enroscadas a su alrededor”, replicó Hades. "Si tú puedes vencerlo con tus manos desnudas, una hazaña que nadie aún ha realizado, puedes desatar al sufriente Prometeo".
Satisfecho con esta respuesta, Hércules prosiguió. Pronto vio al perro de tres cabezas, y oyó su penetrante ladrido. Gruñendo, saltó sobre Hércules. Agarrando primero la garganta de Cerbero, Hércules lo estrechó en su puño como en un torno. Poseído hasta la furia frenética, el monstruo se sacudió. Finalmente, al apaciguarse su fuerza, Hércules lo dominó.
Hecho esto, Hércules prosiguió, y encontró a Prometeo. Yacía sobre una losa de piedra, en agonizante dolor. Entonces, Hércules rompió rápidamente sus cadenas, y liberó a la víctima. Desandando sus pasos, Hércules regresó como había venido. Cuando alcanzó una vez más el mundo de las cosas vivientes, encontró allí a su Maestro.
"La luz brilla ahora dentro del mundo de oscuridad”, dijo el Maestro. "El trabajo está realizado. Descansa ahora, hijo mío".