Aquel que preside habló al Maestro del hombre cuya luz brillaba entre los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios.
-"¿Dónde está el hombre que se mantuvo con poder delante de los Dioses, recibió sus dones y entró por el primer portal abierto de par en par para trabajar en su tarea?"
-"El descansa, oh, Gran Presidente, y reflexiona acerca de su fracaso, se lamenta por Abderis, y busca ayuda dentro de sí mismo".
-"Está bien. Los dones del fracaso garantizan el éxito, cuando son correctamente comprendidos. Que proceda a trabajar una vez más, que entre por el segundo Portal, volviendo prontamente".
El segundo Portal estaba abierto de par en par, y desde la luz que velaba la escena distante, una voz emergió y dijo:
-“Pasa a través del Portal. Sigue tu camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mí, informándome sobre el hecho".
Solo y triste, consciente de la necesidad y consumido por profunda pena, Hércules pasó lentamente entre los pilares del Portal a la luz que brillaba donde estaban los toros sagrados. En el horizonte se levantaba la hermosa isla donde moraba el toro, y donde hombres arrojados podrían entrar en ese vasto laberinto que los atraía hasta el aturdimiento, el laberinto de Minos, Rey de Creta, el guardián del toro.
Cruzando el océano hacia la soleada isla (aunque no se nos dice cómo) Hércules emprendió su tarea de buscar y encontrar al toro, y conducirlo al Lugar Sagrado donde moran los hombres de un solo ojo.
De un lugar a otro persiguió al toro, guiado por la fulgurante estrella que brillaba sobre la frente del toro, una brillante lámpara en un sitio oscuro. Esta luz, moviéndose a medida que el toro se movía, lo conducía de un lugar a otro. Solo, buscaba al toro; solo lo perseguía hasta la guarida; solo lo capturó y montó sobre su lomo. A su alrededor permanecían las Siete Hermanas estimulándole en su camino y, en la resplandeciente luz, él conducía al toro a través de la brillante agua hacia la isla de Creta sobre la tierra donde moraban los tres Cíclopes.
Estos tres grandes hijos de Dios esperaban su regreso, vigilando su progreso a través de las olas. Él condujo al toro como si éste fuera un caballo, y con las Hermanas cantando a medida que marchaba, lo acercó a la tierra.
-“Viene con fuerza", dijo Brontes, y fue a encontrarlo en la ribera.
-"Conduce en la luz", dijo Steropes, “su luz interior será más brillante”, luego se avivó la luz en repentina llama.
-"Viene deprisa", dijo Arges, "está conduciendo a través de las olas".
Hércules se acercó, empujando al toro sagrado sobre el camino, arrojando la luz sobre el sendero que conducía de Creta al Templo del Señor, dentro de la ciudad de los hombres de un solo ojo. Sobre la tierra firme, a la orilla del agua, estos tres se pararon y se apoderaron del toro, quitándoselo así a Hércules.
-"¿Qué tienes tú aquí?," dijo Brontes, deteniendo a Hércules sobre el camino".
-“El toro sagrado, oh, Dios".
-“¿Quién eres tú? Dinos ahora tu nombre", dijo Steropes.
-“Yo soy el hijo de Hera, un hijo de hombre y sin embargo un hijo de Dios. He realizado mi tarea". -"Lleva ahora el toro al Lugar Sagrado y sálvalo de una esperada muerte, Minos deseaba su sacrificio".
-“¿Quién te dijo que buscaras y salvaras así al toro?”, dijo Arges, moviéndose hacia el Lugar Sagrado.
-"Dentro de mí sentí el impulso y busqué a mi Maestro. Ordenado por el Gran Presidente, Él me envió al Camino, y con larga búsqueda y muchos dolores, encontré al toro. Ayudado por su sagrada luz, lo conduje a través del divino mar a este Lugar Sagrado".
-"Ve en paz, hijo mío, tu tarea está hecha".
El Maestro lo vio venir y salió a su encuentro en el Camino. A través de las aguas llegaban las voces de las Siete Hermanas, cantando alrededor del toro, y más cerca aún el cántico de los hombres de un solo ojo dentro del Templo del Señor, en lo alto del Lugar Sagrado.
-"Viniste con las manos vacías, oh, Hércules", dijo el Maestro.
-"Tengo estas manos vacías, porque he cumplido la tarea a la cual fui asignado. El toro sagrado está a salvo, en lugar seguro con los Tres. ¿Y ahora qué?”
-"Dentro de la luz tu verás luz; camina en esa luz y allí ve la luz. Tu luz debe resplandecer más brillante. El toro está en el Lugar Sagrado".
Y Hércules se tendió sobre la hierba y descansó de su trabajo. Luego el Maestro se volvió hacia Hércules y dijo:
-"El segundo trabajo está cumplido, y la tarea fue fácil. Aprende de esta tarea la lección de la proporción. Fuerza para realizar la ardua tarea; buena voluntad para hacer la tarea que no somete a esfuerzo tus poderes; así son las dos lecciones aprendidas. Levántate pronto y busca la región, guardada por el tercer Portal, y encuentra las manzanas de oro. Tráemelas aquí."
El tibetano
domingo, 27 de abril de 2014
sábado, 26 de abril de 2014
Astrología esotérica en Aries
El signo de Aries es el primer signo del zodíaco, del comienzo, de la creación, del inicio de la autoconsciencia, del dominio de la forma, del yo inferior. Es por ello un signo que inclina a la reorganización, a la reorientación, a la regeneración… a la resurrección.
La luna llena de Aries está justamente consagrada al Cristo resucitado (Festividad de la Resurrección). Resurrección implica avance progresivo gracias al esfuerzo para vencer la materia, desidentificándonos de nuestro yo inferior.
Ser conscientes de esta energía de Aries supone ser conscientes de nuestra actual resurrección para accder al quinto reino, supone ser conscientes de todas nuestras resurrecciones a través del reino mineral, vegetal y animal, supone construir ese puente de luz o Antakarana entre un reino y otro.
Aries ilumina nuestro sistema solar mediante el primer y el séptimo rayo:
Por otro lado, existe también la influencia del regente exotérico, Marte, y del regente esotérico, Mercurio.
La luna llena de Aries está justamente consagrada al Cristo resucitado (Festividad de la Resurrección). Resurrección implica avance progresivo gracias al esfuerzo para vencer la materia, desidentificándonos de nuestro yo inferior.
Ser conscientes de esta energía de Aries supone ser conscientes de nuestra actual resurrección para accder al quinto reino, supone ser conscientes de todas nuestras resurrecciones a través del reino mineral, vegetal y animal, supone construir ese puente de luz o Antakarana entre un reino y otro.
Aries ilumina nuestro sistema solar mediante el primer y el séptimo rayo:
- El 1º rayo desarrolla la voluntad de iniciar
- El 7º rayo desarrolla la voluntad de expresar
Por otro lado, existe también la influencia del regente exotérico, Marte, y del regente esotérico, Mercurio.
- Marte favorece el conflicto y muerte de la forma (6º rayo). Cuando el fuego de Aries atraviesa Marte, auspicia el idealismo, el fanatismo destructivo, lucha, guerra, esfuerzo y evolución.
- Mercurio favorece la iluminación y el desarrollo de la intuición (4º rayo). Cuando el fuego de Aries atraviesa Mercurio, produce armonía
Significado del trabajo en Aries
La armonización consciente con nuestro Yo Superior o Alma requiere del control previo o alineación de nuestra naturaleza inferior, es decir, de nuestro cuerpo físico, nuestro cuerpo emocional y nuestro cuerpo mental.
El campo de batalla de nuestro sendero espiritual se ubica actualmente en ese control. Y allí, nuestra mente juega un papel esencial, pues es el intrumento a través del cual, podemos ir construyendo el puente de Luz o Antakarana entre nuestra personalidad y nuestra naturaleza superior.
Este campo de batalla o Kurukshetrá se libra a diario contra nuestros hábitos, ideas, impulsos y costumbres adquiridas. Triunfaremos en la medida que nuestros pasos tengan su origen en nuestro Yo Superior. Para ello, debemos descubrir qué es lo que se encuentra detrás de esos hábitos cotidianos que configuran nuestra personalidad, tal y como sintetiza la conocida cita:
“Siembra un pensamiento, y cosecha una acción. Siembra una acción, y cosecha un hábito. Siembra un hábito, y cosecha un carácter. Siembra un carácter y cosecha un destino”
En el mito, los caballos salvajes representan a la mente inferior. Los caballos eran criados por Diomedes, hijo de Marte, dios de la guerra. Se nos habla concretamente de yeguas madre devoradoras de hombres, para simbolizar cómo la mente da a luz ideas y creencias que, de manera desatada, devastan la humanidad, en forma de pensamientos, murmuraciones, críticas, etc.
En este primer trabajo, Hércules, que representa el Alma humana, ha de capturar a estos caballos y ponerlos bajo control. Para ello requiere la ayuda de su amigo Abderis que representa a la personalidad, a nuestro yo inferior.
La tarea la consiguen rápidamente. Pero Hércules, en una actitud en ocasiones propias de los discípulos incipientes, se regocija en exceso de su éxito y confía vanidosamente la entrega de los caballos a su amigo Abderis.
Abderis era débil para completar la entrega y los caballos lo matan y se escapan.
Hércules y Abderis, Alma y personalidad, se necesitaban para finalizar el trabajo, porque los pensamientos son muy difíciles de controlar y si los dejamos en manos de nuestros sentidos, nuestra personalidad (Abderis o cualquier hombre) vuelve a ser conquistada.
De nuevo el Alma, Hércules, debe de realizar el trabajo. Sólo la continuidad de conciencia garantiza el éxito de nuestras empresas. La falta de atención en la acción nos obliga a repetir nuestras labores.
Aries gobierna la mente. Todo se origina en el plano mental, en la mente del creador, como los trabajos de Hércules, que se inician con Aries. El trabajo en Aries consiste pues en controlar nuestros pensamientos. He ahí porqué el lema de este signo es:
"Salgo y, desde el plano de la mente, gobierno."
El campo de batalla de nuestro sendero espiritual se ubica actualmente en ese control. Y allí, nuestra mente juega un papel esencial, pues es el intrumento a través del cual, podemos ir construyendo el puente de Luz o Antakarana entre nuestra personalidad y nuestra naturaleza superior.
Este campo de batalla o Kurukshetrá se libra a diario contra nuestros hábitos, ideas, impulsos y costumbres adquiridas. Triunfaremos en la medida que nuestros pasos tengan su origen en nuestro Yo Superior. Para ello, debemos descubrir qué es lo que se encuentra detrás de esos hábitos cotidianos que configuran nuestra personalidad, tal y como sintetiza la conocida cita:
“Siembra un pensamiento, y cosecha una acción. Siembra una acción, y cosecha un hábito. Siembra un hábito, y cosecha un carácter. Siembra un carácter y cosecha un destino”
En el mito, los caballos salvajes representan a la mente inferior. Los caballos eran criados por Diomedes, hijo de Marte, dios de la guerra. Se nos habla concretamente de yeguas madre devoradoras de hombres, para simbolizar cómo la mente da a luz ideas y creencias que, de manera desatada, devastan la humanidad, en forma de pensamientos, murmuraciones, críticas, etc.
En este primer trabajo, Hércules, que representa el Alma humana, ha de capturar a estos caballos y ponerlos bajo control. Para ello requiere la ayuda de su amigo Abderis que representa a la personalidad, a nuestro yo inferior.
La tarea la consiguen rápidamente. Pero Hércules, en una actitud en ocasiones propias de los discípulos incipientes, se regocija en exceso de su éxito y confía vanidosamente la entrega de los caballos a su amigo Abderis.
Abderis era débil para completar la entrega y los caballos lo matan y se escapan.
Hércules y Abderis, Alma y personalidad, se necesitaban para finalizar el trabajo, porque los pensamientos son muy difíciles de controlar y si los dejamos en manos de nuestros sentidos, nuestra personalidad (Abderis o cualquier hombre) vuelve a ser conquistada.
De nuevo el Alma, Hércules, debe de realizar el trabajo. Sólo la continuidad de conciencia garantiza el éxito de nuestras empresas. La falta de atención en la acción nos obliga a repetir nuestras labores.
Aries gobierna la mente. Todo se origina en el plano mental, en la mente del creador, como los trabajos de Hércules, que se inician con Aries. El trabajo en Aries consiste pues en controlar nuestros pensamientos. He ahí porqué el lema de este signo es:
"Salgo y, desde el plano de la mente, gobierno."
viernes, 25 de abril de 2014
Trabajo 1
La captura de las Yeguas Devoradoras de Hombres
(Aries, 21 Marzo - 20 Abril)
El Primer gran Portal estaba abierto de par en par. Una voz llegó a través de ese portal:
-"Hércules, hijo mío, sal. Pasa por el Portal y entra en el Camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mí, relatando el hecho".
Con gritos de triunfo Hércules se lanzó, corriendo entre los pilares del Portal con arrogante confianza y seguridad de poder. Y así el trabajo empezó y el primer gran acto de servicio había comenzado. La historia que ellos cuentan lleva consigo enseñanza para los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios.
El hijo de Marte, Diómedes, de ardiente fama, gobernaba en la tierra más allá del Portal, y allí criaba los caballos y las yeguas de la guerra, en los pantanos de su tierra. Salvajes eran estos caballos y feroces las yeguas, y todos los hombres temblaban al oírlos pues asolaban por todas partes la tierra, produciendo gran daño, matando a todos los hijos de los hombres que cruzaban su camino y engendrando constantemente caballos más salvajes y malignos.
-"Captura estas yeguas y detén estos actos malvados", fue la orden que llegó a los oídos de Hércules. "Ve, libera esta tierra lejana y a los que viven en ella".
-"Abderis", gritó Hércules, "adelántate y ayúdame en esta tarea".
Llamando al amigo a quien amaba profundamente y quien seguía siempre sus pasos mientras iba de un lugar a otro. Y Abderis se adelantó y tomó su lugar al lado de su amigo y con él enfrentó la tarea. Trazando todos los planes con cuidado, los dos siguieron los caballos mientras recorrían las praderas y los pantanos de esa tierra. Finalmente arrinconó a estas yeguas salvajes dentro de un campo en donde no había más lugar para moverse, y allí las atrapó y las maniató. Luego dio un grito de alegría por el triunfo logrado.
Tan grande fue su deleite en la proeza así puesta de manifiesto que consideró por debajo de su dignidad agarrar las yeguas o conducirlas por el camino hacia Diómedes. Llamó a su amigo, diciendo:
-"Abderis, ven acá y conduce estos caballos a través del portal".
Y entonces volvió la espalda y orgullosamente marchó hacia adelante.
Pero Abderis era débil y temía a la tarea. No pudo retener las yeguas, o ponerles los arneses o conducirlas a través del Portal tras las huellas de su amigo. Se volvieron contra él; le desgarraron y le pisotearon en el suelo; le mataron y escaparon a las más salvajes tierras de Diómedes.
Más prudente, desconsolado, humilde y desanimado, Hércules volvió a su tarea. Buscó de nuevo a las yeguas de lugar en lugar, dejando a su amigo agonizando sobre la tierra. Nuevamente atrapó los caballos y los condujo él mismo a través del Portal. Pero Abderis yacía muerto.
El Maestro lo examinó con cuidado y envió los caballos al lugar de reposo, para ser allí domados y reducidos a su faena. La gente de esa tierra, liberada del temor, dio la bienvenida a quien les había liberado, aclamando a Hércules como salvador de la tierra. Pero Abderis yacía muerto.
El Maestro se volvió hacía Hércules y dijo:
-"El primer trabajo está terminado; la tarea está hecha, pero mal hecha. Aprende la verdadera lección de esta tarea y luego pasa a otro servicio para tu prójimo. Sal a la región custodiada por el segundo Portal y encuentra y haz entrar al toro sagrado al Lugar Sagrado".
El Tibetano
-"Hércules, hijo mío, sal. Pasa por el Portal y entra en el Camino. Realiza tu trabajo y vuelve a mí, relatando el hecho".
Con gritos de triunfo Hércules se lanzó, corriendo entre los pilares del Portal con arrogante confianza y seguridad de poder. Y así el trabajo empezó y el primer gran acto de servicio había comenzado. La historia que ellos cuentan lleva consigo enseñanza para los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios.
El hijo de Marte, Diómedes, de ardiente fama, gobernaba en la tierra más allá del Portal, y allí criaba los caballos y las yeguas de la guerra, en los pantanos de su tierra. Salvajes eran estos caballos y feroces las yeguas, y todos los hombres temblaban al oírlos pues asolaban por todas partes la tierra, produciendo gran daño, matando a todos los hijos de los hombres que cruzaban su camino y engendrando constantemente caballos más salvajes y malignos.
-"Captura estas yeguas y detén estos actos malvados", fue la orden que llegó a los oídos de Hércules. "Ve, libera esta tierra lejana y a los que viven en ella".
-"Abderis", gritó Hércules, "adelántate y ayúdame en esta tarea".
Llamando al amigo a quien amaba profundamente y quien seguía siempre sus pasos mientras iba de un lugar a otro. Y Abderis se adelantó y tomó su lugar al lado de su amigo y con él enfrentó la tarea. Trazando todos los planes con cuidado, los dos siguieron los caballos mientras recorrían las praderas y los pantanos de esa tierra. Finalmente arrinconó a estas yeguas salvajes dentro de un campo en donde no había más lugar para moverse, y allí las atrapó y las maniató. Luego dio un grito de alegría por el triunfo logrado.
Tan grande fue su deleite en la proeza así puesta de manifiesto que consideró por debajo de su dignidad agarrar las yeguas o conducirlas por el camino hacia Diómedes. Llamó a su amigo, diciendo:
-"Abderis, ven acá y conduce estos caballos a través del portal".
Y entonces volvió la espalda y orgullosamente marchó hacia adelante.
Pero Abderis era débil y temía a la tarea. No pudo retener las yeguas, o ponerles los arneses o conducirlas a través del Portal tras las huellas de su amigo. Se volvieron contra él; le desgarraron y le pisotearon en el suelo; le mataron y escaparon a las más salvajes tierras de Diómedes.
Más prudente, desconsolado, humilde y desanimado, Hércules volvió a su tarea. Buscó de nuevo a las yeguas de lugar en lugar, dejando a su amigo agonizando sobre la tierra. Nuevamente atrapó los caballos y los condujo él mismo a través del Portal. Pero Abderis yacía muerto.
El Maestro lo examinó con cuidado y envió los caballos al lugar de reposo, para ser allí domados y reducidos a su faena. La gente de esa tierra, liberada del temor, dio la bienvenida a quien les había liberado, aclamando a Hércules como salvador de la tierra. Pero Abderis yacía muerto.
El Maestro se volvió hacía Hércules y dijo:
-"El primer trabajo está terminado; la tarea está hecha, pero mal hecha. Aprende la verdadera lección de esta tarea y luego pasa a otro servicio para tu prójimo. Sal a la región custodiada por el segundo Portal y encuentra y haz entrar al toro sagrado al Lugar Sagrado".
El Tibetano
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