La historia de Hércules muestra el camino de ascensión que todo ser ha de recorrer. Podría ilustrarse este recorrido como un viaje en tren, con paradas en estaciones a modo de retos a superar, y aún siendo la experiencia en cada estación diferente para cada viajero, descubrimos en este viaje un patrón universal.
Desde la infancia nos han acostumbrado a relacionarnos con todo aquello que percibimos a través de nuestros cinco sentidos. De esta forma, con el bagaje adquirido, hemos ido conformando nuestra personalidad: nuestra forma de actuar y desenvolvernos en el exterior, nuestra forma de sentir y responder emocionalmente a los estímulos que nos llegan y nuestra forma de generar pensamientos e ideas con las que interpretar y explicar el mundo y nuestra vida.
Desde la infancia nos han acostumbrado a relacionarnos con todo aquello que percibimos a través de nuestros cinco sentidos. De esta forma, con el bagaje adquirido, hemos ido conformando nuestra personalidad: nuestra forma de actuar y desenvolvernos en el exterior, nuestra forma de sentir y responder emocionalmente a los estímulos que nos llegan y nuestra forma de generar pensamientos e ideas con las que interpretar y explicar el mundo y nuestra vida.
Pero más tarde o más temprano, muchos seres humanos sienten que todo aquello que les vincula y con lo que interactúan no les proporciona la suficiente plenitud. Esa insatisfacción es percibida a modo de “vacío existencial” que conduce a muchos a un camino de búsqueda.
La andadura en el camino revela que esa dicha anhelada se encuentra más allá de la actividad los cinco sentidos. Esta estrella de cinco puntas que son los sentidos, intervienen a modo de velo en este proceso de búsqueda.
En este proceso de descubrimiento, de obstáculos que impiden ver la luz detrás del velo, el hombre se irá reencontrando y reeditando progresivamente a sí mismo. Es un viaje, en el cual, a pesar de los destellos que en ocasiones van a ir iluminando el camino, el viajero se extraviara y malogrará sus esfuerzos. Asimismo, deberá de aceptar que el descamino forma parte del propio camino. Pero también con cada avance, con cada nueva conquista, ya no se reconocerá como el de antes y poco a poco irá sintiéndose un nuevo hombre y más autoreconocido.
En ese proceso de auto-reconocimiento percibe asimismo que cada vez es menos diferente de los que le rodean y que ciertamente todos somos viajeros en tránsito. Llegará a sentirse como una ola más de un mismo océano.
Los trabajos de Hércules simbolizan este proceso de descubrimiento del océano, del Alma, del Yo Superior… de experimentar la consciencia del YO SOY.
El inicio de este camino hercúleo viene marcado por una necesaria sintonía con nuestro yo interior, pues los obstáculos que vamos a tener que ir superando tienen mucho que ver con nuestras ideas, pensamientos y creencias, que son el velo que habitualmente nos aleja de esa consciencia del YO SOY.
Comenzamos a retirar los velos que cubren el Alma en la medida que comprendemos y experimentamos que todo aquello que conforma nuestra personalidad procede de nosotros mismos, es decir, que nosotros somos la base de todo aquello que pensamos y sentimos, no aquello con lo que nos relacionamos e interactuamos, como estamos acostumbrados a creer.
Conforme el viajero incrementa su autoconsciencia en la experiencia, progresará desde la ignorancia a la sabiduría, desde su naturaleza material a su esencia espiritual.
La historia de Hércules nos ilustra y ayuda a comprender los pasos a dar en esa transformación. Es un viaje iniciático experimentado a lo largo de 12 cualidades, 12 signos del zodíaco, los doce pétalos del Corazón del Chakra cardíaco…
En cada signo adquirirá mayor autoconocimiento venciendo las tendencias habituales de su personalidad y, de esta forma, irá controlando y gobernando su destino.
Es una historia astrológica y simbólica en la que se suceden logros y éxitos, pero también caídas y pérdidas.
Por todo ello, resultará sencillo reconocer en este mito un arquetipo universal, pues todos nosotros, en un signo u otro, estamos en el proceso de conquistar esa misma esencia divina. Como Hércules, como hijos del hombre, estamos transformandonos gradualmente en Hijos de Dios.
La andadura en el camino revela que esa dicha anhelada se encuentra más allá de la actividad los cinco sentidos. Esta estrella de cinco puntas que son los sentidos, intervienen a modo de velo en este proceso de búsqueda.
En este proceso de descubrimiento, de obstáculos que impiden ver la luz detrás del velo, el hombre se irá reencontrando y reeditando progresivamente a sí mismo. Es un viaje, en el cual, a pesar de los destellos que en ocasiones van a ir iluminando el camino, el viajero se extraviara y malogrará sus esfuerzos. Asimismo, deberá de aceptar que el descamino forma parte del propio camino. Pero también con cada avance, con cada nueva conquista, ya no se reconocerá como el de antes y poco a poco irá sintiéndose un nuevo hombre y más autoreconocido.
En ese proceso de auto-reconocimiento percibe asimismo que cada vez es menos diferente de los que le rodean y que ciertamente todos somos viajeros en tránsito. Llegará a sentirse como una ola más de un mismo océano.
Los trabajos de Hércules simbolizan este proceso de descubrimiento del océano, del Alma, del Yo Superior… de experimentar la consciencia del YO SOY.
El inicio de este camino hercúleo viene marcado por una necesaria sintonía con nuestro yo interior, pues los obstáculos que vamos a tener que ir superando tienen mucho que ver con nuestras ideas, pensamientos y creencias, que son el velo que habitualmente nos aleja de esa consciencia del YO SOY.
Comenzamos a retirar los velos que cubren el Alma en la medida que comprendemos y experimentamos que todo aquello que conforma nuestra personalidad procede de nosotros mismos, es decir, que nosotros somos la base de todo aquello que pensamos y sentimos, no aquello con lo que nos relacionamos e interactuamos, como estamos acostumbrados a creer.
Conforme el viajero incrementa su autoconsciencia en la experiencia, progresará desde la ignorancia a la sabiduría, desde su naturaleza material a su esencia espiritual.
La historia de Hércules nos ilustra y ayuda a comprender los pasos a dar en esa transformación. Es un viaje iniciático experimentado a lo largo de 12 cualidades, 12 signos del zodíaco, los doce pétalos del Corazón del Chakra cardíaco…
En cada signo adquirirá mayor autoconocimiento venciendo las tendencias habituales de su personalidad y, de esta forma, irá controlando y gobernando su destino.
Es una historia astrológica y simbólica en la que se suceden logros y éxitos, pero también caídas y pérdidas.
Por todo ello, resultará sencillo reconocer en este mito un arquetipo universal, pues todos nosotros, en un signo u otro, estamos en el proceso de conquistar esa misma esencia divina. Como Hércules, como hijos del hombre, estamos transformandonos gradualmente en Hijos de Dios.
Alma Betania
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