domingo, 5 de octubre de 2014

Significado del trabajo en Libra



En el séptimo trabajo se le encomienda a Hércules la captura de un Jabalí que asolaba la región.

El jabalí representa a la personalidad, al hombre que guiado por la pasión y el deseo devasta todo aquello por dónde pasa.

Antes de partir el maestro le recomienda que tome su tiempo para alimentarse, una alegoría de que para capturar al Jabalí, es decir para doblegar al deseo, antes debe de equilibrar o alinear su naturaleza inferior.

Para afrontar la tarea Hércules decide abandonar el arco que le había sido dado por Apolo por temor a incurrir de nuevo en el error de volver a matar, prueba evidente de su inseguridad a la hora de mantener el control sobre sus impulsos y premonitoria de un nuevo fracaso.

En el camino se encuentra con su amigo el centauro Folo. Junto a otro centauro, Quirón, se emborrachan con un tonel de vino que debía abrirse tan sólo ante todo el grupo de centauros por su carácter ceremonial. Ante la subsiguiente embriaguez, Hércules olvida el objeto de su tarea. Por otro lado, el jolgorio advierte al resto de centauros de lo acaecido y se entabla una severa lucha en la que por error Hércules, desposeído de sí mismo, mata a sus dos amigos centauros.

El vino es un objeto del deseo porque representa el elixir de la vida o de la inmortalidad, incluso del conocimiento y de la iniciación, asociado asimismo a la sangre. Pero todo es un espejismo provocado por la embriaguez. El vino trae también alegría, pero una alegría como ésta que nos oacupa del mito, fruto de la quimera, no puede sino acabar en pérdida y sufrimiento. El vino obtenido de la falsa vid no procura más que degeneración y funestas consecuencias. Jesús proclamó que Él era la verdadera vid y que los hombres no pueden pretender ser sarmientos de la viña de Dios si no permanecen en él. De otro modo no son más que sarmientos buenos para el fuego. Por ello, su sangre, es el vino de la nueva alianza.

Quirón representa al pensamiento correcto y Folo a la fuerza física. El mito nos muestra cómo el deseo no puede ser controlado ni por el pensamiento ni por la fuerza física.

Después de la hecatombe Hércules reemprende la búsqueda del jabalí en lo más alto de las montañas. Tan sólo elevando y transmutando nuestros deseos podremos controlarlos.

Aunque en la captura del toro de Creta ya había trascendido el deseo sexual, en este trabajo conseguirá controlar al deseo en toda su naturaleza.

Ya en lo alto de las montañas, Hércules prepara una trampa para atrapar al Jabalí, esperando en las sombras la acción del animal. Esta escena puede evocar la idea de que mediante la atención preparamos la trampa adecuada para que el deseo deje de ser el conductor de nuestras vidas.

Una vez capturado lo adiestra y domina. Después baja de las montañas cantando y bailando, conduciendo al jabalí asido por sus patas traseras, lo que provocó la risa entre las gentes del lugar.

La verdadera e imperecedera alegría es la que procede del corazón cuando la personalidad se manifiesta al servicio del alma. Esta alegría no atrae consecuencias aciagas como las que proceden del deseo, como se ha visto en el simbolismo del mito en el pasaje de la embriaguez con los centauros.

Es importante que veamos que en el sendero del discipulado nuestras habituales intenciones positivas de progreso no siempre se corresponden con nuestras posibilidades reales. A pesar de nuestro depurado propósito caemos muchas veces cautivos de nuestro propio engaño (estado de embriaguez, en el mito) por mucho que previamente nos lo hayamos propuesto (no matar, en el mito).

Pero contrariamente, como en el mito, las catástrofes que le sobrevienen al discípulo están destinadas a restaurar su equilibrio y, por ello, se tornan indispensables en el sendero del discipulado.

La consecución del equilibrio es el aspecto de este signo de Libra. El equilibrio y la armonía alcanzados a través de superación del antagonismo de los opuestos. Es una superación integradora, es decir, inclusiva de ambos polos Es el equilibrio que posibilita la alineación de nuestros cuerpos inferiores, el equilibrio que posibilita que el alma sea el guía conductor de la personalidad, de la misma forma como en el mito, Hércules conduce al jabalí por sus patas traseras.

Alma Betania

Trabajo 7
La Captura del Jabalí de Erimanto
(Libra. 22 Septiembre - 21 Octubre)

El Gran Presidente, dentro de la Cámara del Concilio del Señor, consideraba la naturaleza del hijo del hombre que es asimismo un hijo de Dios. Él pensaba en lo que se necesitaba para hacerlo aun más parecido a su Padre. "Otro trabajo debe ser llevado a cabo. Él necesita equilibrio, y juicio sano, y preparación para una prueba mayor y para futuro servicio a la raza de los hombres. Por esto, que se prepare con cuidado". Y el Maestro, anotando en sus tablas el propósito de la próxima prueba, salió y habló a Hércules. "Sal, hijo mío, y captura al jabalí; salva una región asolada, pero toma el tiempo de alimentarte". Y Hércules salió.

Y Hércules, que es un hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios, pasó a través del séptimo Portal. El poder del séptimo signo pasó a través de él. No sabía que se enfrentaba a una prueba dual, la prueba de la rara amistad y la prueba del coraje sin temor. El Maestro lo había instruido para buscar un jabalí, y Apolo le dio un arco flamante para usar. Dijo Hércules: "No lo llevaré conmigo en el camino, por temor a matar. En mi último trabajo, en las riberas del gran mar, maté y destruí. Esta vez no mataré. Dejo el arco".

Y así, desarmado, excepto por su fuerte clava, trepó el acantilado de la montaña, buscando al jabalí, y viendo, a cada lado, visiones de miedo y terror. Subió aún más y más alto. Y entonces se encontró con un amigo. En el camino se encontró con Folos, uno de un grupo de centauros, conocido de los dioses. Se detuvieron y hablaron, y por un momento Hércules olvidó el objeto de su búsqueda. Y Folos llamó a Hércules, invitándolo a abrir un tonel de vino, que no era suyo, ni tampoco pertenecía a Folo. Este gran barril, pertenecía al grupo de centauros; y de los dioses, que los habían beneficiado con el tonel, había venido la orden de que nunca debía ser abierto, salvo cuando los centauros se encontraran y estuvieran todos presentes. El tonel pertenecía al grupo.

Pero Hércules y Folo lo abrieron en ausencia de sus hermanos, llamando a Quirón, otro centauro sabio, para que fuera y compartiera su jarana. Este así lo hizo y los tres bebieron juntos, y se deleitaron y embriagaron e hicieron mucho bullicio. Esta gritería fue oída por los otros centauros desde lugares distantes.

Ellos acudieron encolerizados, y una feroz batalla tuvo entonces lugar y a pesar de las sabias resoluciones, nuevamente el hijo del hombre, que era un hijo de Dios, se transformó en el mensajero de la muerte y mató a sus amigos, los dos centauros con los cuales antes había bebido. Y, mientras los otros centauros se afligían con fuertes lamentaciones, Hércules escapó otra vez a las altas montañas, y nuevamente reanudó su búsqueda.

                                                                               * * *

Llegó hasta los límites de la nieve, siguiendo las huellas del feroz jabalí; lo siguió hasta las alturas y el áspero frío, y sin embargo no lo vio. La noche se fue acercando, una a una las estrellas salieron, y aún el jabalí se le distanciaba, y buscó dentro de sí mismo alguna maña sutil. Colocó una trampa con habilidad, y sabiamente oculta. Entonces esperó en una sombra oscura la llegada del jabalí. Las horas pasaron, y él aún esperó hasta que se acercó el alba. El jabalí salió de su guarida, buscando comida, impulsado por un hambre de días. En las sombras, cerca de la trampa, esperaba el hijo del hombre. El jabalí cayó dentro de la trampa y a su debido tiempo Hércules soltó a la bestia salvaje, haciéndola prisionera de su habilidad. Luchó con el jabalí y lo dominó y obligó a hacer lo que él decía, o ir por el camino que él deseaba.

Desde la cima nevada de la alta montaña bajó Hércules, gozoso en el camino, conduciendo por la senda que bajaba, al feroz pero domesticado jabalí. Por las patas traseras, conducía al jabalí, y todos en la montaña reían al ver la escena. Y los que encontraban al hijo del hombre, que es el hijo de Dios, cantando y bailando en el camino, reían también al ver la marcha de los dos. Y todos en la ciudad reían al ver la misma escena; al tambaleante, cansado jabalí y al hombre que reía y cantaba.

Así ejecutó Hércules su séptimo trabajo y regresó hacia el Maestro de su vida.

Y el Gran Presidente dentro de la Cámara del Concilió del Señor observó: "La lección del verdadero equilibrio ha sido aprendida. Aún falta una lección. De nuevo en el noveno Portal el centauro debe ser encontrado y conocido y rectamente comprendido".

Y el Maestro dijo: "El séptimo trabajo está completado, el séptimo Portal ha sido pasado. Considera las lecciones del pasado; reflexiona sobre las pruebas, hijo mío. Dos veces has matado lo que deberías amar. Aprende el por qué". Y Hércules permaneció dentro de las puertas de la ciudad y allí se preparó para lo que luego sucedería, la prueba suprema.

El Tibetano