domingo, 13 de julio de 2014

Significado del trabajo en Cáncer



En Cáncer, Hércules refundirá los aspectos alcanzados hasta ahora: el control mental en Aries, el dominio del deseo en Tauro y la superación de la dualidad en Géminis. Para ello deberá trascender el espejismo proveniente de la personalidad.

En el camino del discípulado, tan sólo cuando el aspirante logra abrir su corazón al devenir de la vida logrará que fluya la sabiduría de la intuición. Esta apertura de conciencia va dibujándose en la ruta que va desde nuestro instinto al intelecto y de éste último a la intuición.

El aspirante espiritual ya conoce la dirección, ya acumula experiencias y conocimientos, pero en el trabajo, el poder de elección sigue residiendo en la mente y por ello, seguirá errando hasta que logre canalizar la sabiduría a través del corazón.

El cuarto trabajo entraña una prueba aparentemente muy simple pero que exigirá de Hércules la conexión con su Alma para superarla.

La prueba consistía en capturar a la Gama o Cierva de Cerinía, comúnmente llamada la cierva de los cuernos de oro, y depositarla en el santuario o templo sagrado de Micenas.

La caza de la cierva, en la tradición mística, simboliza la persecución de la sabiduría. Etimológicamente “cierva” significa aquello que debe ser capturado, poseyendo un carácter esquivo y difícil de aprisionar.

La Cierva de Cerinía poseía cuernos de oro y patas de bronce.

Las patas de bronce de la cierva evocan un significado ambivalente: el bronce, por el hecho de ser sagrado, y residir en las patas, mantiene a la sabiduría alejada del mundo profano; pero por otro lado, el hecho de ser una aleación de estaño o plata y cobre, evoca a la Luna y al Sol, al Agua y al fuego, conectando a la sabiduría con los cuatro primeros reinos.  
El cuerno posee el sentido de eminencia, de elevación, de poder. El oro, considerado como el más precioso de los metales, es un símbolo de todo aquello que posea el máximo valor o que resulte más dificil de conseguir. Los cuernos de oro, por su ramificación y color dorado simbolizan el Árbol de la Vida.

Si a través del Árbol del Conocimiento, mediante la mente, el hombre accedió a su individualidad, a través del Árbol de la Vida, mediante la sabiduría, el hombre accederá a su divinidad.

Por otro lado, la cornamenta del ciervo periódicamente se renueva, aludiendo pues a la fecundidad, a los ritmos de crecimiento y a los renacimientos.

Cáncer es el signo del nacimiento físico en el cual, el hombre, ha de completar su trabajo de encarnación y manifestación en la cuádruple naturaleza, ha de emerger de la masa, de su carácter instintivo, guiado por el intelecto ha de desarrollar su autoconciencia para alcanzar finalmente esa elusiva, sensible y escondida intuición espiritual e iniciar el solitario camino del discipulado.

Nada más comenzar la prueba, Hércules se encuentra con Artemisa, la diosa de la Luna y con Diana, la diosa de la caza, ambas reclamando para sí la propiedad de la cierva.

Artemisa simboliza al carácter instintivo y Diana simboliza al intelecto. Pero es muy curioso resaltar que en la tradición greco-romana, Artemisa y Diana son la misma diosa: Artemisa para los griegos y Diana para los romanos. Por ello, podemos sugerir que ambas diosas estan aludiendo a nuestro aspecto Kama-manas. Este aspecto es una mezcla de dos principios: el Kama (deseo) y el Manas (mente). Es el aspecto que guía a la mayoría de hombres y mujeres en su vida cotidiana actualmente.

Podemos interpretar pues que este trabajo muestra que la condición kama-manásica del hombre (Artemisa y Diana) pretende convencernos que solamente en ella reside la sabiduría. De esta forma, por doquier observamos la eterna y frustante persecución de la felicidad a través de sentimientos, emociones, ideas, creencias, etc. 
Así, cuando en el mito leemos:
Artemisa y Diana seguían los movimientos de la cierva y, cuando la causa esperada surgía, cada una de ellas engañaba a Hércules, buscando frustrar sus esfuerzos. Él perseguía a la cierva de un punto a otro y cada una de ellas con sutileza le engañaba. Y esto lo hicieron una y otra vez.

Claramente nos vemos reflejados: habitualmente somos engañados por el espejismo de nuestros deseos impidiendo el acceso a nuestra sabiduría divina.

Más adelante continúa:
Así, por espacio de todo un año, Hércules siguió a la cierva de lugar en lugar, atrapando ligeros reflejos de su forma, sólo para encontrar que en la espesura de los bosques profundos la había perdido.
… es el acaecer del aspirante espiritual.

Pero, leemos que,
De colina en colina y de bosque en bosque, la persiguió hasta muy cerca de un tranquilo estanque donde, de cuerpo entero, sobre la hierba no hollada, la vio durmiendo, cansada de su carrera

Es decir, cuando conseguimos aquietar el deseo (un tranquilo estanque) y anulamos el control de la mente (la vio durmiendo) encontraremos a la sabiduría en una dimensión desconocida hasta ahora (sobre la hierba no hollada).

El relato continúa:
Con paso silencioso, extendida mano y ojo inmutable, él disparó una flecha hacia la gama y la hirió en su pata. Estimulando toda la voluntad de la que estaba poseído, se acercó más, y no obstante la cierva no se movió

Una sola ruta conduce a la sabiduría, está en nosotros el saberla elegir. La flecha es símbolo de penetración, de apertura, que abre un orificio para que emane la luz. La flecha también simboliza al pensamiento, la flecha es como una proyección del arquero, una anticipación mental de la conquista de un bien que todavía está fuera de nuestro alcance.

La flecha alcanza un blanco determinado e indica el fin de un proceso, en este caso, de la búsqueda de la sabiduría a mediante el instinto o del intelecto:
“La búsqueda ha terminado", cantó en voz alta. "Dentro de la más espesa oscuridad fui conducido, y no encontré a la cierva. Dentro de los profundamente oscuros bosques sorteé mi camino, pero no encontré a la gama; y sobre las llanuras monótonas y las soledades áridas y los desiertos salvajes, me esforcé hacia la gama, sin embargo, no la encontré. A cada sitio que llegaba, las doncellas desviaban mis pasos, pero aún persistí y ¡ahora la cierva es mía! ¡la cierva es mía! … La gama es mía, mía por la larga búsqueda y el largo viaje, y mía asimismo porque yo la sostengo cerca de mi corazón

Cuando las ráfagas de la intuición comienzan a penetrar en el discípulo, en un primer momento éste no suele apreciar que aún sigue marcado por el pulso de su instinto y marcado, aún levemente, por el deseo.

El mito nos relata cómo posteriormente Hércules cargó a la gama en sus brazos, cerca de su corazón para llevarla al templo. La voz de la sabiduría sólo puede fluir a través del corazón.

El instinto no procura atisbos de sabiduría, por ello, en el mito, Artemisa no puede entrar en el templo. El intelecto, como mente inferior, puede vislumbrar tan sólo su contraparte superior, de la que fluye la intuición, por ello, Diana puede entrar brevemente al templo sólo para observar:
El Dios Sol habló desde el lugar sagrado. "El espíritu de la gama permanece conmigo desde toda la eternidad, aquí en el centro del sagrado santuario. Tú no puedes entrar aquí ¡oh, Artemisa! y sabes que yo digo la verdad. Diana, esa hada cazadora del Señor, puede entrar por un momento y decirte lo que vea".

Una vez finalizada la prueba el Maestro indicó a Hércules que volviera de nuevo al portal de entrada de este trabajo. De nuevo divisó la figura de la cierva en una colina cercana al templo, lo cual hizo dudar a Hércules si realmente había superado la prueba.
Y desde la Cámara del Concilio del Señor, donde se sienta el Gran Presidente, llegó una voz:
"Muchas y todavía muchas veces deben todos los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios, buscar al cervatillo de la cornamenta de oro y llevarlo al lugar sagrado; muchas y todavía muchas veces".



Alma Betania

Trabajo 4
La Captura de la Gama o Cierva
Cáncer (21 junio - 21 julio)

El Gran Presidente, Quien se sienta en la Cámara del Concilio del Señor, habló al Maestro que permanecía a su lado: "¿Dónde está el hijo del hombre que es el hijo de Dios? ¿Cómo se comporta? ¿Cómo es puesto a prueba y con qué servicio está ahora comprometido?”.

El Maestro dijo, echando una mirada sobre el hijo del hombre que es el hijo de Dios: "Con nada en este momento, ¡Oh, Gran Presidente! La tercera gran prueba proveyó mucho sustento aleccionador a un principiante como él, ahora medita y reflexiona".

Proporciona una prueba que evoque su elección más sabia. Envíalo a trabajar en un campo en el cual él deba decidir qué voz, de todas las muchas voces, despertará la obediencia de su corazón. Provee asimismo una prueba de gran simplicidad en el plano exterior, y además una prueba que despierte, en el lado interior de la vida, la plenitud de su sabiduría y la rectitud de su poder de elección. Que proceda con la cuarta prueba”.


* * *
Delante del cuarto gran Portal permanecía Hércules; un hijo del hombre y, no obstante un hijo de Dios. Al principio había profundo silencio. Él no pronunció palabra ni emitió ningún sonido. Más allá del Portal el paisaje se extendía en contornos despejados, y en el horizonte lejano se levantaba el templo del Señor, el santuario del Dios-Sol, las murallas almenadas fulgurantes. Sobre una colina cercana estaba parado un esbelto cervatillo. Y Hércules, que es un hijo de hombre y no obstante un hijo de Dios, miró y escuchó y, escuchando, oyó una voz. La voz salía de ese brillante círculo de la luna que es el hogar de Arternisa. Y Artemisa, el hada, habló palabras de advertencia al hijo del hombre.

"La cierva es mía, por lo tanto, no la toques", dijo ella. "Durante eras yo la alimenté y la cuidé cuando joven. La cierva es mía y mía debe permanecer".
Entonces, surgió Diana, la cazadora de los cielos, la hija del sol. Saltando hacia la cierva con sus pies calzados con sandalias, ella también reclamó la posesión.

"No es así", dijo Artemisa, la más hermosa doncella: "La cierva es mía y mía debe permanecer. Demasiado joven hasta hoy, ahora puede ser útil. La cierva de astas de oro es mía, no tuya, y mía permanecerá".
Hércules de pie entre los pilares del Portal, escuchó y oyó la querella y mucho se asombraba mientras las dos doncellas disputaban por la posesión de la cierva.
Otra voz llegó a su oído, y con dominante acento dijo:


"La cierva no pertenece a ninguna doncella, ¡oh, Hércules!, sino al Dios cuyo santuario tú ves en aquel monte distante. Vé y rescátala y llévala a la seguridad del santuario y déjala allí. Una cosa simple de hacer, ¡oh, hijo del hombre!, pero (y medita bien mis palabras) siendo un hijo de Dios, tú puedes así buscar y coger la cierva. Vé".

A través del cuarto Portal salió Hércules, dejando detrás los muchos dones recibidos para que no lo molestaran en la veloz persecución que tenía por delante. Y desde cierta distancia las pendencieras doncellas observaban. Artemisa, el hada, inclinándose desde la luna y Diana, hermosa cazadora de los bosques de Dios, seguían los movimientos de la cierva y, cuando la causa esperada surgía, cada una de ellas engañaba a Hércules, buscando frustrar sus esfuerzos. Él perseguía a la cierva de un punto a otro y cada una de ellas con sutileza le engañaba. Y esto hicieron una y otra vez.
Así, por espacio de todo un año, el hijo del hombre que es un hijo de Dios, siguió a la cierva de lugar en lugar, atrapando ligeros reflejos de su forma, sólo para encontrar que en la espesura de los bosques profundos la había perdido. De colina en colina y de bosque en bosque, la persiguió hasta muy cerca de un tranquilo estanque donde, de cuerpo entero, sobre la hierba no hollada, la vio durmiendo, cansada de su carrera.

Con paso silencioso, extendida mano y ojo inmutable, él disparó una flecha hacia la gama y la hirió en su pata. Estimulando toda la voluntad de la que estaba poseído, se acercó más, y no obstante la cierva no se movió. Así se adelantó más cerca, y ciñó a la cierva en sus brazos, cerca de su corazón. Y Artemisa y la bella Diana eran espectadoras.

"La búsqueda ha terminado", cantó en voz alta. "Dentro de la más espesa oscuridad fui conducido, y no encontré a la cierva. Dentro de los profundamente oscuros bosques sorteé mi camino, pero no encontré a la gama; y sobre las llanuras monótonas y las soledades áridas y los desiertos salvajes, me esforcé hacia la gama, sin embargo, no la encontré. A cada sitio que llegaba, las doncellas desviaban mis pasos, pero aún persistí y ¡ahora la cierva es mía! ¡la cierva es mía!

"Eso no es verdad, oh, Hércules!, llegó a sus oídos la voz de uno que permanece cerca del Gran Presidente dentro de la Cámara del Concilio del Señor. "La gama no pertenece, a un hijo del hombre aún cuando sea un hijo de Dios. Lleva la gama a aquel santuario distante, donde moran los hijos de Dios y déjala allí con ellos".

"¿Por qué así, oh, sabio Maestro? La gama es mía, mía por la larga búsqueda y el largo viaje, y mía asimismo porque yo la sostengo cerca de mi corazón".

"¿Y no eres tú un hijo de Dios, aunque un hijo de hombre? ¿Y no es el santuario también tu morada? ¿Y no compartes tú la vida de todos los que moran allí dentro? Lleva al santuario de Dios la gama sagrada, y déjala allí, oh, hijo Je Dios".

* * *
Entonces Hércules cargó la gama hasta el sagrado santuario de Micenas llevándola hasta el centro del lugar sagrado y allí la dejó. Y cuando la colocaba delante del Señor, reparó en la herida de su pata, producida por una flecha del arco que él había tendido y usado. La gama era suya por derecho de la búsqueda. La gama era suya por derecho de la destreza y la proeza de su brazo. "La cierva es, por lo tanto, doblemente mía”, dijo él.
Pero Artemisa, situándose dentro del atrio de ese lugar muy sagrado, oyó su fuerte grito de victoria y dijo:

"No es así. La gama es mía y siempre ha sido mía. Yo vi su forma reflejada en el agua; oí sus pasos sobre los caminos de la tierra; sé que la gama es mía, pues toda forma es mía".
El Dios Sol habló desde el lugar sagrado.

"La gama es mía, no tuya ¡Oh, Artemisa! Su espíritu permanece conmigo desde toda la eternidad, aquí en el centro del sagrado santuario. Tú no pueden entrar aquí ¡oh, Artemisa! y sabes que yo digo la verdad. Diana, esa hada cazadora del Señor, puede entrar por un momento y decirte lo que vea".
Por un breve momento entró al santuario la cazadora del Señor y vio la forma de lo que era la gama, yaciendo delante del altar, en apariencia muerta. Y con pena dijo:

"Pero si tu espíritu descansa contigo ¡oh, gran Apolo, noble hijo de Dios!, entonces conozco que la cierva está muerta. La cierva está muerta por causa del hombre que es un hijo de hombre, aún cuando es un hijo de Dios. ¿Por qué puede él entrar al santuario y nosotras debemos esperar a la gama aquí afuera?”.

"Porque él sostuvo a la gama en sus brazos, cerca de su corazón, y en el lugar sagrado la gama encuentra descanso, y también el hombre. Todos los hombres son míos. La gama es asimismo mía, no tuya. No del hombre, sino mía".
Y Hércules, volviendo de la prueba, pasó nuevamente a través del Portal y encontró su camino, de regreso al Maestro de su vida.

"He cumplido la tarea señalada por el Gran Presidente. Fue simple, excepto por la cantidad de tiempo y la cautela de la búsqueda. Yo no escuché a aquellos que hacían su reclamo, ni vacilé en el camino. La gama está en el lugar sagrado, cerca del corazón de Dios y asimismo, en la hora de la necesidad, también cerca de mi corazón".
"Ve a mirar nuevamente ¡Oh, Hércules!, hijo mío, entre los pilares del Portal". Y Hércules obedeció. Más allá del Portal, el paisaje se extendía en claros contornos y en el horizonte lejano se erguía el templo del Señor, el santuario del Dios-Sol, con brillantes murallas almenadas, mientras que en una colina cercana se erguía un esbelto cervatillo.

"¿Ejecuté la prueba, oh, sabio Maestro? El cervatillo está de nuevo sobre la colina donde antes lo vi parado".
Y desde la Cámara del Concilio del Señor, donde se sienta el Gran Presidente, llegó una voz:

"Muchas y todavía muchas veces deben todos los hijos de los hombres, que son los hijos de Dios, buscar al cervatillo de la cornamenta de oro y llevarlo al lugar sagrado; muchas y todavía muchas veces".
Entonces dijo el Maestro al hijo del hombre que es un hijo de Dios: "El cuarto trabajo ha terminado, y por la naturaleza de la prueba y por la naturaleza de la gama, la búsqueda debe ser frecuente. No olvides esto, sino que reflexiona acerca de la lección aprendida".

El tibetano