lunes, 16 de junio de 2014

Significado del trabajo en Géminis



El trabajo encomendado consistía en encontrar el árbol sagrado, el árbol de la sabiduría en el que crecían manzanas de oro que conferían la inmortalidad.
El inicio de este trabajo viene marcado porque Hércules, a diferencia del trabajo anterior, se encuentra ya presto a iniciarlo. Aunque de nuevo se muestra extremadamente impetuoso por lograr con éxito la tarea, la fuerza de su motivación es diferente de la mostrada en el primer trabajo en el signo de Aries. En aquella ocasión, su vehemencia provenía de la fuerza de su personalidad. Ahora en Géminis, una vez superada las pruebas del control mental en Aries y del control emocional en Tauro, su fuerza proviene de una marcada orientación hacia su Yo Superior.
Como veremos, esta ambición espiritual se volverá en su contra, porque el discípulo tan sólo puede hollar el camino con pasos de exquisita humildad, honestidad y voluntad de servicio.
Ante este desmedido entusiasmo, el Maestro le advierte que para alcanzar el árbol deberá superar cinco difíciles pruebas y que previsiblemente fracasará en superarlas adecuadamente. Se le indica que las manzanas de oro estaban custodiadas por tres doncellas y una serpiente o dragón de cien cabezas.
Como no le fue revelado el lugar donde se encontraba el árbol, de inmediato decide dirigirse al norte, como una alusión a la búsqueda de lo más elevado en su yo. Pero como por más que buscó no obtuvo más que desánimo, el Maestro decidió enviar al discípulo Nereo para ayudar en la búsqueda a Hércules.

Primera prueba: Nereo acude en la ayuda de Hércules
Nereo era conocido por su veracidad y virtud. Nereo representa a nuestro Yo Superior. Una de sus cualidades era que, a pesar de encarnar la verdad, nunca se mostraba tal cual era. Se mostraba de forma confusa y no directa. Hércules cautivo de su frenesí, no llega a reconocer a Nereo y por tanto la ayuda del Maestro es desatendida.
Cuántas veces en nuestras vidas hemos rechazado sin saberlo la ayuda que nos ha prestado un desconocido, un conflicto, una persona, una enfermedad, etc. y hemos seguido lamentándonos de nuestra dicha. La verdad se encuentra en cada una de las cosas que nos acontece, pero como no se ajustan a nuestras expectativas, las desatendemos y las ignoramos.
Imploramos ayuda pero la tenemos delante de nosotros.
Hércules fracasa en esta primera prueba

Segunda prueba: Lucha con Anteo la serpiente
Ante el fracaso en el norte, Hércules decide buscar el árbol en el sur. Podríamos considerar que el sur representa la personalidad. Allí es donde busca.
En el sur se encuentra con Anteo, la serpiente. Hércules cree que tras la serpiente debe de encontrarse el árbol, según las indicaciones recibidas del Maestro. Pero por más que lucha, Anteo le vence una y otra vez en todas las ocasiones. Anteo era hijo de Poseidón, dios de los mares y de Gea, diosa de la Tierra.
En una de las luchas, Hércules alza a Anteo en el aire y le vence.
En el trascurso de nuestras vidas nos dejamos atrapar por el fragor de los conflictos que se nos presentan: discusiones con familiares, compañeros de trabajo, amigos, etc. Conflictos que nos afectan y nos vencen día a día. Quién no se ha sentido triste, desolado o afectado por algún conflicto. Somos atrapados por la gravitación de la materia.
De la misma forma, también muchos de nosotros hemos comprobado que elevando estos conflictos, es decir, viéndolos desde una perspectiva diferente, más profunda, más desapegada, los vencemos y el malestar y la disputa se diluyen.
A pesar del fracaso inicial, Hércules logra vencer a Anteo

Tercera prueba: Vencer el engaño de Busiris
Después de su búqueda en el norte y en el sur, Hércules se dirige al oeste encontrándose a Busiris, hijo de las aguas, el gran engañador que como relata el mito, su trabajo era el de conducir a los hombres al error a través de palabras de aparente sabiduría. El afirma conocer la verdad y con rapidez ellos creen. Habla bellas palabras diciendo:
“Yo soy el maestro. A mí me ha sido dado el conocimiento de la verdad y debéis hacer sacrificio por mí. Acepten el camino de la vida a través mío. Yo sé pero nadie más. Mi verdad es justa. Cualquier otra razón es errada y falsa. Escuchen mis palabras; permanezcan conmigo y serán salvos”
Hércules, manteniendo todavía sus irreflexivos impulsos, cae fácilmente presa del engaño olvidando progresivamente el trabajo encomendado.
Es fácil reconocer que estas circunstancias poseen una rabiosa actualidad, más aún si cabe hoy en día con el auge de internet y las redes sociales. Por doquier aparecen numerosos adalides de la verdad y de la santidad.  No obstante, el quid de la cuestión no radica en la existencia de estas personalidades si no en nuestra capacidad de descubrirlas, comprenderlas y soslayarlas.
Se nos dice que Hércules anduvo más de un año preso de la ilusión de Busiris y que un día, intentándo liberarse de este yugo recordó algunas de las palabras de Nereo, al cual, como ya hemos dicho, había ignorado anteriormente:
"La verdad está en ti mismo. En ti hay un poder, una fuerza que yace allí, el poder que es la herencia de todos los hijos de los hombres que son los hijos de Dios".
Esta reorientación le permitió librarse de la ilusión y superar la tercera prueba.

Cuarta prueba: Liberar a Prometeo del sufrimiento
 Después de la experiencia de Busiris, Hércules parece mostrar mayor sabiduría en su andadura. De hecho, cuando oye unos gritos desgarradores de sufrimiento, aunque duda en un primer momento, abandona su búsqueda para socorrerlo.
Así se encuentra con Prometeo, el cual, castigado por Zeus, estaba siendo devorado por buitres para matarlo poco a poco. La cruel pena consistía en morir cada día por el picoteo de los buitres en su hígado, renaciendo al día siguiente para volver a sufrir la misma desdicha de manera eterna.  De acuerdo con la mitología griega, Prometeo había sido condenado a morir de esta forma porque había entregado el fuego de los dioses (el fuego de la mente) a los hombres que les confirió su facultad mental y por ello, su individualidad.
Simbólicamente, Prometeo representa a nuestro Ángel Solar. El hígado nos refiere al plexo solar y a la gran mayoría de la humanidad que vive desde ese centro, anulando y mortificando de esta forma la tarea de los prometeos del fuego.
En este sentido, cuando Hércules libera a Prometeo, comprobamos que al fin su búsqueda deja de ser impulsiva, deja de guiarse por su plexo solar y pasa a gobernarse por su alma.

Quinta prueba: Soportar la carga de Atlas
Hércules prosigue la búsqueda en todas direcciones sin éxito. El mito nos relata que oyó el rumor de un peregrino que le indicó la ubicación del árbol.  Podría decirse que es la primera indicación que Hércules recibe, pero también podemos recordar aquella máxima que dice “Cuando el discípulo está preparado entonces aparece el maestro”
Gracias a la indicación del peregrino, que representa a su maestro interno, Hércules retoma el camino y rápidamente otea en la lejanía el árbol. Pero justo antes de alcanzarlo, en el camino se encuentra al titán Atlas sosteniendo la carga de los mundosa su espalda y con rostro pleno de sufrimiento. Aunque Atlas no imploraba ayuda, Hércules olvida la recompensa de su esfuerzo por el alcance inmediato del árbol y se presta a soportar la carga del titán. Al recibir la carga, ésta desapareció y Hércules se vió libre, encontrándose frente a Atlas procurándole ya las manzanas de oro. Las tres doncellas sostenían las manzanas para entregárselas personalmente Hércules. Realmente las tres doncellas eran las hijas de Atlas, llamadas las Hespérides.  Se omite el encuentro con el dragón o serpiente de cien cabezas porque éste reconocía a Atlas y le permitió acceder al árbol.
Las hespérides entregan una a una las manzanas a Hércules, acompañándola de una frase clave:
·         Eglé, que significaba brillo o esplendor, le dijo a Hércules al entregarle una manzana: "El Camino hacia nosotras está siempre marcado por el servicio. Actos de amor son hitos en el Camino"
·         Erytheia, le dio una manzana, y en su costado, con luz, estaba escrita la dorada palabra Servicio. "Recuerda esto", dijo, "no lo olvides”.
·         Y finalmente Hesperis, la maravilla de la estrella vespertina, le dijo con claridad y amor, "Sal y sirve, y anda por el camino de todos los servidores del mundo, de aquí en adelante y por siempre jamás".
Muchos hombres y mujeres se han preocupado por su campo de servicio, y como Hércules, se muestran impacientes y ansiosos por ello. Como Hércules, la impaciencia humana limita nuestro campo de acción y encubre nuestro campo de servicio.
El Maestro Tibetano dice: “Cuando estáis en meditación estáis realizando un acto de servicio, por cuanto vosotros estáis buscando vuestra línea de Rayo que es el que tiene que conduciros a descubrir de una manera correcta y sin intermitencias y sin equivocaciones el campo propio de servicio”.
Podemos entender “meditación” en su sentido más actual: de plena atención o serena expectación. Esto es así porque en ese estado conectamos con nuestra Alma o Yo Superior, la cual tiene como instinto natural el servicio.
La era de Piscis se caracterizó por una vida de sacrificio en pos de la propia realización. En la actual era de Acuario ya no hay que buscar la propia realización, sino el servicio.
En el campo de servicio adquiriremos la Paz, la verdadera meta de todo discípulo en esta nueva era, no la de la realización, no de la perfección ante el Maestro.

Alma Betania

Trabajo 3
Recogiendo las Manzanas de Oro de las Hespérides
(Géminis, 21 Mayo - 20 junio)

El Gran Presidente, dentro de la Cámara del Concilio del Señor, había vigilado los trabajos del hijo del hombre que es un hijo de Dios. ÉI y el Maestro vieron el tercer gran Portal, abierto ante el hijo del hombre, descubriendo una nueva oportunidad para andar el camino.

Ellos advirtieron cómo el trabajador apareció y se preparó para emprender su tarea.
"Ordeno que cuiden el árbol sagrado. Que Hércules desarrolle el poder de buscar sin desmayo, decepción o demasiada presteza. Que se le exija ahora perseverancia. Ha cumplido bien hasta ahora". 

Y así salió la orden.
Lejos, en una región distante, crecía el árbol sagrado, el árbol de la sabiduría, y en él crecían las manzanas de oro de las Hespérides. La fama de estas dulces frutas había llegado a tierras distantes, y todos los hijos de los hombres, quienes se sabían que eran asimismo los hijos de Dios, las deseaban. Hércules, también sabía de esas frutas, y cuando salió la orden de buscarlas buscó al Maestro, preguntándole el camino para ir y encontrar el árbol sagrado y recoger las manzanas.
"Dime el camino, Oh Maestro de mi alma. Yo busco las manzanas y las necesito rápidamente para mi provecho. ¡Muéstrame el camino más rápido y YO iré!”
"No es así, hijo mío”
, replicó el Maestro, "el camino es largo. Sólo dos cosas te confiaré, y luego a tí te corresponderá probar la verdad de lo que digo. Recuerda que el árbol sagrado está bien custodiado. Tres hermosas doncellas aprecian el árbol protegiendo bien su fruto. Un dragón de cien cabezas protege a las doncellas y al árbol. Guárdate bien de la fuerza demasiado grande para tí, de los engaños demasiado sutiles para tu comprensión. Vigila bien. La segunda cosa que te diría es que tu búsqueda te llevará donde te encontrarás con cinco grandes pruebas en el camino. Cada una te proporcionará el ámbito para la sabiduría, la comprensión, la destreza y la oportunidad. Vigila bien. Me temo, hijo mío, que tú fracasarás en reconocer estos puntos sobre el Camino. Pero sólo el tiempo lo mostrará; Dios te acompaña en tu búsqueda".

 
* * *
Con confianza, porque pretendía el éxito no el fracaso, Hércules salió al Camino, seguro de sí mismo, de su sabiduría y fuerza. Pasó a través del tercer Portal, yendo rectamente al norte. Anduvo por toda la tierra buscando el árbol sagrado, pero no lo encontró. A todos los hombres que vio les preguntó, pero ninguno le pudo conducir a él, nadie conocía el lugar. El tiempo pasó, no obstante, buscaba todavía de lugar en lugar y volviendo muchas veces sobre sus pasos hacia el tercer Portal. Triste y desanimado, buscaba, por doquier.
 

El Maestro, vigilando desde lejos, envió a Nereo para ver si podía ayudar. Éste, vino repetidas veces en forma variable y con diferentes palabras de verdad, pero Hércules no respondía, ni sabía que el mensajero era para él. Aunque era hábil con la palabra y sabio con la profunda sabiduría de un hijo de Dios, Nereo fracasó, pues Hércules estaba ciego. No reconoció la ayuda tan sutilmente brindada. Presentado de nuevo al fin con tristeza al Maestro, Nereo habló del fracaso.
"La primera de las cinco pruebas menores ha pasado", respondió el Maestro, "y el fracaso caracteriza esta etapa. Que Hércules prosiga".

 
No encontrando el árbol sagrado en el camino del norte, Hércules volvió hacia el sur y en el lugar de la oscuridad continuó con la búsqueda. Al principio soñó con un éxito rápido, pero Anteo, la serpiente, le encontró en ese camino y luchó con él, venciéndole en todas las ocasiones.
"Ella custodia el árbol”, dijo Hércules, "esto se me dijo; el árbol debe estar muy cerca de ella, debo acabar con su guardián y así, destruyéndolo, abatir el árbol y coger el fruto". Sin embargo, a pesar de luchar con mucha fuerza, no triunfó.
"¿Dónde está mi falta?” dijo Hércules. "¿Por qué Anteo puede vencerme? Si aún cuando niño yo destrocé una serpiente en mi cuna. Con mis propias manos la estrangulé. ¿Por qué fracaso ahora?”
Luchando nuevamente con todo su poder, asió la serpiente con ambas manos, elevándola en el aire y alejándole del suelo. ¡He aquí la hazaña fue hecha!: Anteo, vencido, dijo: "Yo vengo otra vez con diferente apariencia en el octavo portal. Prepárate de nuevo para luchar".
El Maestro, contemplando desde lejos, vio todo lo sucedido, y habló al Gran Presidente en la Cámara del Concilio del Señor, refiriéndole la hazaña. “La segunda prueba ha pasado. El peligro ha sido superado. El éxito obtenido en esta ocasión marca su sendero". Y el Gran Presidente respondió: "Que siga adelante".

 
Feliz y confiado, Hércules continuó, seguro de sí mismo y con nuevo ánimo para la búsqueda. Se volvió hacia el oeste ahora y, al volverse, encontró el desastre. Entró sin pensar en la tercera gran prueba y el fracaso le encontró y demoró su avance por largo tiempo.
Pues allá encontró a Busiris, el gran engañador, hijo de las aguas, pariente cercano de Poseidón. Su trabajo es conducir a los hijos de los hombres al error, a través de palabras de aparente sabiduría. El afirma conocer la verdad y con rapidez ellos creen. Habla bellas palabras diciendo: 

“Yo soy el maestro. A mí me ha sido dado el conocimiento de la verdad y debéis hacer sacrificio por mí. Acepten el camino de la vida a través mío. Yo sé pero nadie más. Mi verdad es justa. Cualquier otra razón es errada y falsa. Escuchen mis palabras; permanezcan conmigo y serán salvos". 
Y Hércules obedeció, y diariamente, debilitándose su entusiasmo por el camino primitivo (la tercera prueba) no procuraba nuevamente conseguir el árbol sagrado. Su fuerza se agotó. El amó, adoró a Busiris, y aceptó todo lo que éste dijo. Su debilidad crecía día tras día, hasta que llegó un día en que su amado maestro le amarró a un altar y lo mantuvo atado durante un año.
De pronto un día, cuando estaba luchando para liberarse, y lentamente, viendo a Busiris por cuya causa estaba en ese trance, vinieron a su mente unas palabras dichas por Nereo hacia largo tiempo:

 "La verdad está en ti mismo. En ti hay un poder, una fuerza que yace allí, el poder que es la herencia de todos los hijos de los hombres que son los hijos de Dios". 
Quieto, yació prisionero en el altar, atado a sus cuatro esquinas por un año entero. Entonces, con la fuerza que es la fuerza de todos los hijos de Dios, rompió sus ataduras, asió al falso maestro (que había parecido ser tan sabio) y lo ató al altar en su lugar. No le dijo nada, pero le dejó allí para aprender.
El vigilante Maestro, desde lejos, advirtió el momento de la liberación, y volviéndose hacia Nereo le dijo: "La tercera gran prueba ha pasado. Tú le enseñaste cómo encontrar la salida y a su debido tiempo él supo encontrarla. Que siga adelante en el sendero y aprenda el secreto del éxito".


Aleccionado, y sin embargo con un alivio lleno de interrogantes, Hércules, continuó con su búsqueda y recorrió mucho camino. El año que pasó inclinado en el altar le había enseñado mucho. Retornó con mayor sabiduría a su senda.
Repentinamente, detuvo sus pasos. Un grito de profundo dolor hirió sus oídos. Algunos buitres dando vueltas sobre una roca distante llamaron su atención; entonces, nuevamente se oyó el grito. ¿Debía él proseguir su camino, o debía buscar a aquél que parecía estar en necesidad y así retrasar sus pasos? Reflexionó sobre el problema de la demora; un año se había perdido y sintió la necesidad de apresurarse. Otra vez se oyó un grito rasgar los aires y Hércules, con pasos rápidos, se apresuró a ir en ayuda de su hermano. Encontró a Prometeo encadenado a una roca, sufriendo horribles agonías de dolor, causado por los buitres que picoteaban su hígado, matándolo así poco a poco. Él rompió la cadena que le sujetaba y liberó a Prometeo, persiguiendo a los buitres hasta su distante guarida y cuidando del hombre enfermo hasta que se hubo recuperado de sus heridas. Entonces, con mucha pérdida de tiempo, nuevamente comenzó a ponerse en camino.
El Maestro, mirando desde lejos, habló a su aspirante a discípulo estas claras palabras, las primeras palabras que le decían desde que emprendió la búsqueda: "La cuarta etapa en el camino hacia el árbol sagrado ha pasado. No ha habido retraso. La regla en el sendero elegido que apresura todos los éxitos es, 'Aprende a vivir'".
Aquel que preside en la Cámara del Concilio del Señor, observó: "Él ha cumplido bien. Que continúe con las pruebas".

En todos los caminos continuó la búsqueda, en el norte y en el sur, en el este y en el oeste: Buscó el árbol sagrado, pero no lo encontró. Llegó un día en que, cansado de viajar y con temor; oyó el rumor de un peregrino que pasaba por el camino, "cerca de una montaña distante, el árbol sería encontrado". La primera verdadera afirmación que se le daba hasta ahora. Por lo tanto, volvió sus pies hacia las altas montañas del este y en brillante y soleado día, vio el objeto de su búsqueda y apresuró entonces sus pasos. "Ahora tocaré el árbol sagrado", gritó en su alegría, "venceré al dragón que le custodia; veré las hermosas doncellas de grande fama, y cogeré las manzanas".
Pero, nuevamente, fue retenido por sentimiento de profunda pena. Atlas le hacía frente, tambaleante bajo la carga de los mundos sobre su espalda. Su rostro estaba marcado por el sufrimiento; sus miembros curvados por el dolor; sus ojos cerrados por la agonía; él no pedía ayuda; no vio a Hércules sino que permaneció encorvado por el dolor, por el peso de los mundos. Hércules, temblando, observó y estimó la medida de la carga y el dolor. Olvidó su búsqueda. El árbol sagrado y las manzanas desaparecieron de su mente; solo buscó ayuda al gigante, y eso sin tardanza; se arrojó hacia adelante y ansiosamente quitó la carga de los hombros de su hermano levantándola sobre su propia espalda, echándose a los hombros la carga de los mundos. Cerró sus ojos, asegurándose con esfuerzo, y ¡he aquí! la carga rodó, y él se halló libre, y también Atlas.

Delante de él estaba parado el gigante y en su mano sostenía las manzanas de oro, ofreciéndolas, con amor, a Hércules. La búsqueda había terminado.
Las tres hermanas sostenían aún más manzanas de oro, y lo instaban también a recibirlas en sus manos, y Eglé, esa hermosa doncella que es la gloria del sol poniente, le dijo, poniendo una manzana en su mano, "El Camino hacia nosotras está siempre marcado por el servicio. Actos de amor son hitos en el Camino". Luego Erytheia, que cuida la puerta que todos debemos pasar ante el Grande que Preside, le dio una manzana, y en su costado, con luz, estaba escrita la dorada palabra Servicio. "Recuerda esto", dijo, "no lo olvides”.
Y finalmente llegó Hesperis, la maravilla de la estrella vespertina, y le dijo con claridad y amor, "Sal y sirve, y anda por el camino de todos los servidores del mundo, de aquí en adelante y por siempre jamás".
"Entonces yo restituí estas manzanas para aquellos que siguen la misma ruta”, dijo Hércules, y regresó de donde vino.
* * *
Entonces se paró ante el Maestro y rindió debida cuenta de todo lo que había acontecido. El Maestro le expresó su regocijo y luego, señalando con el dedo, indicó el cuarto Portal y le dijo: "Pasa a través de ese Portal. Captura la gama y entra una vez más en el Lugar Sagrado".

 
El tibetano